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24 ago 2011

Capítulo Nueve.

Tom volvió a madrugar a la mañana siguiente, pero no despertó a Daniela, tal y como acordaron la noche anterior. Tom estaba algo nervioso, aunque se intentaba tranquilizar. Su miedo no era perder el trabajo, porque Lucía le dijo que podía ocurrir, su miedo era la información que le podía haber dado Rebeca al director.
Llegó antes de la hora prevista para profesores, y el director lo recibió:
-Tom, quería hablar contigo.
Tom asintió y siguió al director.
-Rebeca me ha dicho como tu nivel no es apropiado para la E.S.O. Entonces, como tú pides poco dinero y la escuela no está para regalar dinero a nadie, no voy a despedirte, bueno, eso lo tengo claro, pienso que por mucho que tu nivel no sea muy alto, puedes sustituir a Rebeca y dar clase a los alumnos de primero de la E.S.O., son veinticinco, pero solo hay una clase.
-Pero, si no tengo en el nivel…
-Tranquilo, empezarás a trabajar el mes que viene, tendrás un mes para ir a unas clases adicionales de química que ofrece el ayuntamiento a cada colegio de la comunidad. El cursillo tiene dos horas posibles: de lunes a viernes de 9 a 10 y media de la mañana, o de lunes a jueves de 5 a 6 y media de la tarde y el sábado de 10 a 11 y media de la mañana. Esas son las dos opciones posibles.
-Escojo la primera.
-Muy bien, irás tú junto a alumnos repetidores de primero de la E.S.O.
-¿Y quiénes son?
-Bueno, no sé si los conocerás, son dos: Eddie Vegas y Mario Vegas, son primos y siguen el mismo ejemplo desastroso de sus padres.
Tom se quedó algo decepcionado, por un momento creyó que podría ir Lucía con él.
-Ah, y olvidaba –dijo el director- a Lucía Ramos. No comprendo por qué repitió… es encantadora.
-Sí, yo tampoco lo comprendo.
-¿La conoces?
-Sí, bueno, solo hablé con ella ayer, pero me pareció simpática, y sobre todo encantadora.
-Muy bien, pues tieness media hora hasta las nueve, puede ir al salón de actos, donde será la clase, y repasar.
-¿Repasar?
-Ah, perdona, que olvidadizo soy, aquí tienes el cuadernillo. –el director entregó a Tom un cuaderno con anillas extrañas, en blanco y negro.
-Gracias, señor.
-De nada, Tom.
El director pensaba que Tom era un buen hombre. Un muy buen hombre. Y no se equivocaba, no. Tom fue al salón de actos. Le pareció enorme, era enorme. No sabía dónde sentarse, pero de repente vio una mesa con un letrero en el que ponía: “C.A. Química” Tom comprendió que “C.A.” significaba clases adicionales. Él era verdaderamente inteligente.
Hojeaba el cuadernillo. El primer tema era fácil. El segundo era el que oyó explicar a Rebeca al día anterior, y también le pareció fácil. En el cuadernillo sólo había teoría y ejercicios que venían ya hechos. Las prácticas las hacían a parte en folios.
A las nueve en punto, en cuanto sonó la sirena, alguien abrió la puerta muy fuertemente, la cerró con un portazo y corrió hacia la mesa. Desde la mesa no se veía la puerta, unas estanterías la eclipsaban. La persona llegó a la mesa. Lucía Ramos. No la actriz, Lucía, la encantadora niña de…
-Lucía, ¿cuántos años tienes?
-Eh, tú, ¿primero me podrías decir hola al menos no? Tengo trece pero haré catorce muy pronto.
-Ah, pues HOLA- Tom rió y Lucía le siguió.
Pues, como iba diciendo, no la actriz, Lucía, la encantadora niña de trece años pero catorce pronto.
-¿Me vas a dar tú la clase del ayuntamiento hoy?- preguntó Lucía.
-Sí, claro… -Tom irónico- No, yo vengo como tú.
-¿Vienes a aprender?- Lucía río- Por favor…
-Eh, que tengo dieciocho, solo cuatro cinco casi cuatro menos.
-Bueno, cuatro es poco, pero aun así…
Y ambos rieron.
-¡Ah!- exclamó Lucía- Te he traído una cosa, aunque no sabía si ibas a venir fijo, pero bueno.- Lucía entregó una foto de una chica guapísima, morena y con los ojos verdes preciosos.
-Pero… ¿esta quién es?
-¡Quién va a ser! ¡Lucía Ramos! Pero la actriz, ¡eh!
-¡Qué guapa es!
-Ya te digo… ¡Yo de mayor seré como ella!
Tom rió y pensó que tampoco lo tendría tan difícil.
De repente alguien entró.
-¿Quién será?- preguntó Tom a Lucía.
-El profesor. Mario y Eddie siempre llegan tarde. Son muy pasotes. Yo aunque haya repetido soy responsable e intento estudiar, pero creo que mi carrera es más importante.
Entonces un hombre se puso enfrente de la mesa, apoyó su maleta en el suelo, y dijo:
-Buenos días, Lucía. Hola, Tom, soy Dennis, ya me han dicho que a ti también te daré clase.
Dennis transmitió confianza a Tom desde el primer momento, y viceversa.
-Bueno, vamos a comenzar con la clase, Eddie y Mario vendrán tarde les esperemos o no, así que…
Lucía sacó el cuadernillo de su mochila. Tenía una mochila de tela blanca, con círculos de varios colores. Tenía dos cremalleras, una rosa y la otra azul. La azul era la grande y de ella colgaba un corazón rosa, en el que, con letras blancas ponía su nombre.
-Muy bien, Tom, ya llevamos el tema uno y el tema dos. Son muy simples, y como ahora toca el repaso de ambos temas, leeréis la teoría y haréis los tres ejercicios de la pizarra, sin mirar los ejemplos, por supuesto.
Y así fue. Eddie llegó unos diez minutos después, pero Mario llego tardísimo, y estuvo unos veinte minutos en clase. Lucía hizo los ejercicios perfectamente, y Tom también, gracias a la clase de prácticas del día anterior. Eddie solo hizo un ejercicio para cuando empezaron a corregir, porque no le dio tiempo, pero de todos modos estaba desastroso
Para cuando Mario llegó ya habían empezado con el tercer tema. Tom hacía muchas preguntas y Lucía parecía prestar atención. Parecía. O quizá no escuchaba las preguntas de Tom, y sólo lo miraba para desgastarlo, como quien dice…
Cuando la clase terminó, Tom tenía que irse a casa, y Lucía, Eddie y Mario tenían que ir a recreo. Aunque quizá Mario estuviese castigado. Tom saludó a Lucía y se despidieron.

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