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24 ago 2011

Capítulo Veinte.

Tom salió por la puerta. Eran las cinco. Llegó a casa, y en la mesa había un cable. Al lado una nota: “Este es el cargador del móvil, que se me olvidó dártelo. Pásate algún día a visitarme, majo. Adiós.”
Tom sonrió y guardó el cargador en la mochila. Después tiró la nota a la basura, y se sentó en el sofá. Mientras los padres de Lucía hablaban:
-Sandra, no sé si es buena idea…
-Marc, ¡por favor! Es una oportunidad vital para tu hija, ¡apóyala! Tenemos el viaje y la estancia gratis, va a rodar una película con famosos, y además, el chico es majillo.
-Ay, no lo sé…
Sandra buscó la mirada de su marido.
-¿Tú quieres a tu hija?
-¡Claro!
-Entonces supongo que deberías apoyarla. Igual se da cuenta de que el mundo del cine no es lo suyo. Pero para darse cuenta tendrá que aprovechar esta oportunidad. Y es que además se la ve tan convencida… Yo no tuve esa suerte en mi infancia, pero si la hubiera tenido, no me hubiese gustado que mi padre me lo hubiera estropeado.
Marc se lo pensó por un momento.
-Bueno, vale…
Sandra sonrió y beso a Marc.
Lucía terminó la maleta en menos de media hora. Después recordó, que bajando por la cuesta hacia clase Tom le dijo que tenía el móvil de Daniela. Entonces miró en las llamadas y localizó el número. Aún no lo había guardado, entonces lo guardó, y decidió llamarlo.
Tom estaba muy concentrado jugando a un juego del móvil. Ya había borrado todas las llamadas y los contactos de Daniela. No encontró la nota con el número de Lucía, así que no lo tenía. Entonces recibió una llamada. La cogió y preguntó.
-¿Sí?
-Hola Tom.
Qué voz tan alegre. A Tom le encantaba oí la voz de Lucía. Era tan dulce… transmitía alegría con una simple palabra.
-Hola Lucía, ¿ya has hecho las maletas?
-¡Sí! ¡Qué ganas tengo!
-Yo también.
-¡Vamos a conocer a Lucía Ramos!
Tom rió.
-¡Pero si yo ya la conozco!
-Eh, ¡digo la famosa!
-Lo sé, ¡era una broma!
-¡Ah!
Lucía rió.
-¿Para qué me has llamado?
-Pues, para hablar…
-¿Te lo has pensado bien? ¿No prefieres quedarte?
-¡No hagas que me arrepienta tonto!
-¿Te arrepentirías?
-Pues la verdad, creo que no…
Ambos rieron.
-¿Has llamado para avisar a la escuela de que no vas?
-Claro, y también he dicho que tú tampoco.
-¿Has llamado tú?
-No, ha llamado mi padre-
Y hablaron un rato más hasta que Lucía le dijo a Tom que tenía que hablar con otra persona, y se despidieron.
Lucía finalizó la llamada de Tom y marcó el número de Andrea.
-¿Sí?
-Andrea, ¡me voy con Tom a Roma a grabar la peli!
-¡¡¡Genial!!! ¿Pero con qué Tom?
-Con el de prácticas.
-¡¿Qué?!
-Bueno, nos llevábamos bien, y como su novia ha muerto y él tenía los billetes… Su novia era esa guapa del Model Xpress…
-¿Daniela?
-Sí, esa.
-Pues qué suerte…
-Te echaré de menos.
-Y yo.
-Te llamaré muchas veces.
-Lucía, es carísimo.
-Ah, ¿sí? ¿Por?
-Te vas a Italia, a otro país, es más caro…
-Ah, ¡vale!
Y hablaron un poco más, y después se despidieron.
Tom de mientras veía la televisión. No tenía nada más que hacer hasta poco antes de las nueve, cuando partiese hacia casa de la familia Ramos. Entonces sintió un picor en el muslo. Se rascó con las yemas de los dedos, pero aun así le picaba. Metió su mano en el bolsillo para rascarse mejor. En ese momento… los recuerdos le volvieron a rebotar. Había algo en su bolsillo… Era la foto que le entregó Daniela, aquel día que se hacía fotos con la cámara. Su cara bonita, su sonrisa a veces pícara, sus ojos preciosos y su pelo siempre tan suave…
Otra lágrima más que caía sobre su mejilla. Dos más. Tres más. Doce más. Sin cesar. Tom creía que al final se quedaría sin agua en el cuerpo. Pero no podía parar. Entonces su mirada se desvió hacia la tele. Un anuncio, que anunciaba nuevos capítulos de una serie. Y una chica morena y de ojos verdes. ¿De qué le sonaba? Lo recordó. Ella era Lucía Ramos. Rió, probablemente sin ganas… pero rió.
Eran las nueve menos veinte cuando Tom decidió salir de casa. Ya iba superando lo de Daniela, según él. Pero al fin y al cabo la seguía recordando con cada cosa. Cerrar la puerta de casa. Ver la moto. Caminar por dónde ellos lo hicieron juntos. Todo le recordaba a ella.
Llegó a la casa de la familia de Lucía poco antes de la hora, pero le recibieron ya con la mesa puesta. Los padres iban vestidos algo más elegantes, pero Lucía iba en vaqueros y con una camiseta blanca y rosa a rayas.
-Hola, Tom- saludó la madre- ¿Qué tal llevas todo?
-Bien, gracias por preguntar- sonrió.
La madre señaló el camino y la silla en la que debía sentarse.
-Mmm… ¡qué bien huele!- exclamó.
Marc y Sandra sonrieron. Lucía miraba la expresión de su padre, para ver si sonreía de verdad. La madre empezó la conversación.
-Bueno, hemos pensado que os llevaré yo hasta el aeropuerto. Tom, acércate sobre la una. ¿Comerás antes de irte, no?
-Sí, supongo. Madrugaré para hacer hambre.
Lucía sonrió.
-Yo también, mamá despiértame pronto.
-Vale. Os llevaré, pero como tengo que trabajar esperaréis allí al avión. Os ayudaré a entregar los billetes y a que os guarden las maletas, después ya esperaréis a embarcar en vuestro avión.
-¡Vale!
Lucía estaba emocionada, y a Tom le alegraba verla así. La cena duró bastante, casi hasta las once. Charlaban, decidían, pensaban y soñaban con las cosas que harían allí. Lucía quería montar en barco. Tom quería ver la famosa Torre Pisa. Tom quería descubrir todo lo que aún no había descubierto. Sí, Daniela le enseñó muchas cosas… pero ella le enseñó lo básico. Ir de tiendas, trabajar, salir de fiesta, montar en moto… pero con Lucía aprendería todo lo contrario. Aprendería lo que no se aprende con explicaciones, lo que se aprende viviéndolo. Aprendería a viajar, a volar lejos, a aterrizar con algo de miedo, a descubrir nuevos lugares, a adaptarse a nuevas situaciones. Aprendería demasiadas cosas que probablemente no entrarían en una lista, pero serían posibles de hacer.
Poco antes de las once, cuando la cena acabó, Tom y Lucía subieron a la habitación de ella.
-Tom ¿llevas mucha ropa? Es que yo no sé si llevo la suficiente…
-En el hotel hay lavandería, así que no hace falta que lleves muchísima…
-¿Tú más o menos cuánta ropa llevas?
-Em… unos seis pantalones y seis camisetas.
-Vale, pues entonces no quitaré nada de mi maleta. Después llevo el móvil y los auriculares. A parte llevo un cuaderno y un bolígrafo. Dice mi madre que perderé mucho tiempo de clase, pero si todo sale bien y con esta película puedo seguir adelante… No me hará falta ir a clase.
-De todos modos en tus días libres después del rodaje podrás ir.
-Supongo…
Tom sonrió.
-Y si todo esto sigue adelante… ¿tú qué harías?
-Hacer es una cosa… y querer hacer, otra. Pero supongo que volvería a Madrid.
Lucía pareció decepcionarse.
-Ah…
-¿Qué haría sino? ¿Acompañarte y protegerte?
Entonces Lucía pareció iluminarse.
-¡Eso es! ¡Tú podrías ser mi guardaespaldas, y yo te pagaría…!
Tom sonrió, pensando que Lucía era demasiado precipitada.
-Ya veremos…
En ese momento la madre de Lucía tocó la puerta.
-Lucía creo que es la hora de que te vayas a la cama.
-Vale- dijo Tom- pues yo ya me voy entonces.
Lucía sonrió.
-¡Adiós!
-Hasta mañana.
Tom salió de la habitación de Lucía y Sandra le recordó:
-Mañana aquí a la una.
-Claro, adiós.
Sandra entró en la habitación de Lucía, y cuando Tom se dirigía hacia la puerta, se cruzó con Marc:
-Hasta mañana, señor.
-Hasta mañana Tom.
Y Tom volvió a su casa. Decidió dormir en el sofá- cama mientras veía algo en la tele. Esas sábanas del sofá, que ellos no cambiaron tras dormir allí… Qué malos recuerdos. Pero Tom ya lo iba superando. Por supuesto que lo iba superando. Sonrió para sí, y al poco rato se durmió.

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