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24 ago 2011

Capítulo Quince.

Día de la prueba. Tom madrugó como siempre. Él también estaba nervioso por la prueba de Daniela. Llegó a clase más pronto que nunca, casi veinte minutos antes. Y para su sorpresa, encontró a Rebeca sentada en una de las sillas de su mesa. Él se sentó en una, enfrente de Rebeca y lo único que le dijo fue un simple:
-Buenos días.
Ella alzó la vista y principalmente no dijo nada. Siguió leyendo un libro, que no parecía de química, sino una simple novela. Entonces Tom abrió su cuadernillo y empezó a repasar. De pronto Rebeca habló:
-¿Lucía viene a estas clases contigo?
Tom pensó que era obvio. Si Rebeca estaba ahí buscando a Lucía, por algo sería.
-Em… sí. ¿Por qué?
Rebeca alzó la vista.
-¿Es asunto tuyo acaso?
-Supongo que no. Aunque de todos modos me lo contará después.
-¿Ah, sí?
-Si lo digo, por algo será.
-¿Tanta confianza hay ya?
-¿Es asunto tuyo acaso?
Tom rió para sus adentros y Rebeca quiso seguirle el juego a Tom.
-Claro, soy su tutora.
-Ya, y por eso tienes que saber quiénes son todos sus amigos y amigas, si tiene novio o no, y de paso el número del pin de su móvil.
Lucía le enseñó a Tom lo que era un pin y su valor, el día que fueron al médico.
-Tengo todo el derecho del mundo a saberlo.
-Claro… Y seguro que sabes su nuevo problema físico.
-¿Problema físico? Ah, sí, ese…
-¿Sabes a lo que me refiero?
-Sí…
-A ver.
-No te lo puedo decir, porque quizá mientas…
-¿Es secreto?
-Más o menos…
En ese momento alguien entró por la puerta pero ellos siguieron conversando.
-¿Tienes idea de lo que me refiero, Rebeca?
Entonces Lucía se presentó en la mesa.
-Me refería a eso.- Tom señaló a la muleta de Lucía
-¡Pero que te pasó!
-Ves como no lo sabías…- Tom
-Me pisaron, más o menos- explicó Lucía.
Tom se calló.
-Ah, vale… Tenemos que hablar, eh Lucía.
-Sí, como siempre.
Tom rió bajito. Rebeca lo ignoró.
-A ver, esta vez es una ventaja para ti.
-Dime.
-Tú siempre dices que quieres ser actriz, y te implicas mucho en ello…
-Sí, así es-
-Bueno, visto el nivel que alcanzaste en la prueba del mes pasado y vista la nota media de los dos exámenes de arte dramático…
Los ojos de Lucía se hicieron grandes.
-¿Sí?
-Vas a asistir a un rodaje.
-¡Genial, genial, genial, genial, genial, genial!
-Será en Italia, en Roma, para ser exactos. La rodarás con muchos actores y actrices, como…- dijo una lista- y también con otra chica, que como tú se llama Lucía Ramos
-¡Bieeeeeeeeeeeeeeeeeen! ¡Gracias, gracias, mil gracias!
Lucía se puso a dar saltos por la clase, a abrazar a Tom y también a Rebeca.
-Unos productores se interesaron por ti, y grabarás una película con ella en Roma, sobre una historia de una familia. Tú personaje será secundario. Pero el viaje y la estancia lo tendrás que pagar tú, o bueno, tus padres…
-¿Qué?
La cara de Lucía cambió completamente.
-Pero no…
-Lo siento, así es todo. Y yo me voy. Te tienes que ir cuanto antes, en dos semanas comienza el rodaje, si no vas, te sustituirán por otra. Adiós.
Lucía se echó en una silla. Sus padres no le darían dinero para eso, sobre todo si iba a perder clase. Entonces empezó a llorar. Pero a llorar de verdad, como Tom nunca vio. Era la oportunidad de su vida, y apenas había posibilidades de que pudiera hacerse realidad. Tom le ofreció un clínex y ella se secó las lágrimas. Todavía era pronto para llorar.
Daniela se despertó un poco antes de un día cualquiera, con nervios por todos los lados. Desayunó poquísimo, por un lado, por los nervios, y por el otro, porque no quería engordar para la prueba. Era a las ocho, y todavía eran las once y media cuando ella salió a por el pan. De paso compró un poco de tila, aunque las palabras de Tom la tranquilizaban bastante más.
Después regresó a casa, y se preparó la tila.
-¿Bien preparada para la prueba?
-Eso creo, abuelo, eso espero.- Se la bebió rápidamente y le alivió un poco esa sensación extraña en la tripa, que le producía cierto malestar.
Luego subió a su cuarto, y repasó todo. Los poses para las fotos, y los distintos desfiles. Con tacones, con botas, con ropas de invierno y con ropas de verano, en chándal, en bikini, en bañador y hasta en traje de esquiar, porque ya no sabía ni qué probarse. Por un lado estaba convencida de que le salía bien, pero por el otro estaba un tanto indecisa.
Cuando Tom llegó, Daniela seguía en su cuarto, y el abuelo estaba al lado de la puerta, como si estuviese esperando a Tom. Y sí, lo esperaba.
-Tom, ahora que Daniela está arriba, quiero hablar contigo, vamos a la cocina.
Tom lo siguió, algo desconcertado.
-Tengo que decirte algo muy grave, que si lo hubiera sabido te lo hubiera dicho antes…
-Dime.
-Verás… Los padres de Daniela se conocieron en un tratamiento para su enfermedad. Ellos tenían una enfermedad, un cáncer muy extraño que afecta al 0,01% de la población, es decir; a poquísima gente. Mirándolos de arriba abajo no parecía que tuviesen nada extraño, pero tenían un punto muy débil, el hombro izquierdo. Siempre llevaban protecciones, desde que nacieron, porque con un golpe en el hombro, su vida podía terminar, no recuerdo ahora los motivos, eran muy raros.
-Vaya…
-Entonces, al tener hijos, el cáncer se multiplicaba sobre ellos. Daniela y su hermano no tienen el hombro como punto débil, tan fuerte es el cáncer en ellos, que el hombro está protegido, pero no el corazón. Son muy sensibles, pero una vez pasados los catorce años, su vida corre peligro. No hay antídoto aún para esta enfermedad.
-¿Y qué me quiere decir con eso?
Tom estaba bastante afectado.
-Anteayer me llegaron los resultados de unos análisis que le hicieron a Daniela hace un par de meses. Tardaron mucho, porque son muy exactos. Y el resultado…
Tom palideció un poco. Y de los ojos del abuelo cayeron finas lágrimas.
-Según esto… Daniela morirá hoy, y si no lo hace, cualquier día de estos…
Tom palideció completamente. No comprendía nada, y si lo comprendía, su cerebro no lo podía aceptar.
-Su padre no murió por la gravedad del accidente, porque Daniela hubiese muerto también. El padre murió porque se golpeó el hombro, como la madre. La madre se lo golpeó en el vuelo, en un momento de mucho movimiento. Y su hermano… él murió por lo sensible que era, y que su madre muriese a su lado, le afectó mucho. Por suerte, con aquellas tres muertes, el corazón de Daniela fue fuerte, y le permitió seguir adelante. Pero ha llegado la hora.
Ambos empezaron a llorar, aunque intentaban relajarse, para que Daniela no se enterara.
-No le digas nada de esto… y vive estos días como si fueran los últimos… porque probablemente lo sean, pero no llores, por favor.
-Lo intentaré…
-Seguramente morirá dormida, es lo más lógico.
-Vale...
-Dejemos de hablar de esto.
-Claro.
Tom se secó las lágrimas y salió. Justo entonces Daniela bajaba las escaleras.
-Tom, ¡ya has llegado!
Se dieron un abrazo.
-¿Qué tal llevas lo de la prueba?
-Genial.

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